Un examen para no olvidar

Mi primera experiencia en un examen de oposición fue por ella misma un horror. Nunca antes me había presentado a una prueba de ese estilo. Y eso que fui una de las más preparadas de la clase. Llevaba el temario a todas partes, en los test sacaba notas bastante buenas y llevaba una gestión del tiempo impecable, incluso repasando todo el temario meses antes del examen… ¡lo estaba dando todo!.

Los nervios evidentemente están ahí, pero en mi caso fue además un examen particular. Normalmente en las anteriores convocatorias la gente disponía de hora y media de tiempo para contestar 100 preguntas, pero ese año ¡eso cambió! Fue un examen de 120 preguntas en una hora (30 segundos por pregunta).

Con los nervios a flor de piel y teniendo que calcular cuántas preguntas debía contestar para poder aprobar… ¡sorpresa!, la penalización también había cambiado, descontaban tanto las preguntas erróneas como las que dejabas en blanco. ¡Pero qué me estaban contando! Estaba pillada tanto en tiempo como en penalización.

Empecé a leer el examen y las primeras preguntas eran facilísimas, no me lo podía creer. Pero unas hojas después la cosa cambió. Preguntas complicadas, con respuestas largas y muy parecidas, dudas y más dudas. Y aunque saltaba las respuestas más extensas sin leerlas (algunas eran de medio folio), no prioricé los apartados que más preparados llevaba e hice el examen seguido, de principio a fin. Fue un error importante, porque al final del ejercicio estaban las preguntas de informática teórica, muy cortas y que yo dominaba a la perfección. No las llegué a contestar. ¡Nunca dudes en empezar el examen por el final!

He reflexionado sobre ese momento millones de veces. Ni siquiera hojeé el examen antes de empezar a contestarlo. Me bloqueé y no supe calcular cuántas preguntas debía contestar bien para aprobar (eran 85). Lo recuerdo como algo que no controlé, me desbordó. Seguramente fue el examen de oposición que mejor preparado he llevado nunca, en el que más posibilidades de aprobar tenía. Pero no supe enfrentarme a él.

Para poder aprobar es imprescindible saberse el temario, pero muchas veces no es suficiente, puntualiza Academia TEBA. No saber afrontar el examen puede simbolizar que no sirva de nada todo ese esfuerzo. Por muy preparada que vayas debes controlar la situación en todo momento. Aprendí una lección muy importante aunque de una forma muy dura para mí. En el próximo post os daré unos consejos para ayudaros a enfrentaros mejor a ese momento tan decisivo y complicado que son los exámenes. ¡Nos vemos!